Mi vagabundeo, debo seguir.
Navegar de hombre en hombre:
porque no puedo recalar en ningún puerto,
que no hay cuerpo que me acoja.
¡Eunostos, Eunostos!
Mi parádeisoi perdido, mi refugio añorado.
Ningún faro conduce a seguro.
A los abiertos brazos del amante,
al ágora, por donde los dioses deambulan,
junto a los mortales.
Al firme suelo, lejos de la zozobra.
Eterno cabotaje de Tántalo, avistando la segura costa:
sobreviviendo con escasa agua, a duras penas robada.
Nunca saciado. Sabiendo de su frescura, siempre soñada.
Finalmente arribar y beber,
de sus labios, de ese amante nunca encontrado.
Abriendo caminos
Hace 9 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario