¡A Troya, a Troya!
Liberemos las sagradas tierras,
oh, hermanos griegos,
de las bárbaras manos.
Así clama Alejandro,
saltando, el primero, a las eolias playas.
Para peregrinar al santuario,
para postrarse, desnudo, con su amante.
Ante dos túmulos:
Hefestión y Alejandro; Patroclo y Aquiles.
Guerreros, amantes.
Por el broncíneo liquido oro ungidos
-del Mediterráneo la sangre-,
invisible y mítica armadura.
Resplandecientes,
bajo el glorioso Sol protegidos.
Honor y pasión.
Loor a los héroes:
que liberan y viven,
que aman y sueñan.
Que inmortales viven, en la memoria.
Abriendo caminos
Hace 9 años
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