jueves, 18 de agosto de 2011

LA CAIDA DE UR

¡Que eternos! Pensábamos que éramos,
a los dioses sirviendo.
De brillantes palacios, de magníficos templos;
imponentes nuestras torres.
Indestructibles, nos creía nuestro orgullo.
Ur, el centro del universo: Kishshati.
Sí, creíamos, a los dioses sirviendo.

Mas de las desoladas montañas,
los elamitas llegaron.
Ocho asaltos resistimos, al noveno las murallas cayeron,
junto con nuestra soberbia.
Ni palacios ni templos o jardines;
ni reyes, sacerdotes o escribas.
Tampoco mujeres o artesanos. Ni esclavos dejaron.
Todo sueño, igualado, por el fuego y la espada,
junto con la soberbia.

Sumer y su cultura, los archivos y los sellos.
-las extraordinarias estatuas-.
Todo a la tierra regresa, a la arcilla.
Las leyes otorgadas por Ur-Nammu,
las escuelas de escribas de nuestro señor Shulgi....
Solo polvo, barro en el templo de Nanna,
que, secuestrado, cambia de rumbo y retorna al Este.
Todo a la tierra regresa, solo queda arcilla.

Pero ni arcilla queda,
para que este pobre escriba relate el desastre.
¡Ay! ¿Quién escribirá de los dioses las gestas,
las hazañas de los héroes,
de mi pueblo los lamentos?

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