lunes, 2 de febrero de 2009

LAS VELAS ARRIADAS SE VEN DESDE LA AKROPOLIS

Ya las naves llegan al puerto.
Y sus velas blancas, arriadas, provocan preguntas.
Ya avistan los policromos templos,
las columnas egregias que cantan las glorias de los helenos.



Marineros, con su último esfuerzo, sonríen.
Pues traen historias de bárbaros pueblos lejanos. Y riquezas.
O tal vez nuevas de la brillante Atenas,
Y nuevas tragedias de Sófocles. O comedias, filosofías, sueños de piedra.

Mujeres preguntan si regresan sus hombres.
Viejos sufren por la suerte de sus hijos.
Hombres maduros, temerosos por la constancia del joven amante,
que, insaciable de aventura, no quiera volver a su lado.



Yo, en la Akrópolis, no dudo.
Sé que él vuelve a mí,
porque mi regazo en su refugio.

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